Ovidio, Arte de amar
Marta Royo
Departamento
de Latín, Colegio Nacional de Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires
Resumen
Temas tratados en el artículo: un
arte de amar (propuesta del poeta, significados de "ars"); concepción del amor como placer, como juego;
origen del amor; estrategia amorosa; la sociedad reflejada por el poeta,
contracara del modelo augustal.
Palabras
clave: ars, usus, libido, furtiuus, lusus
Vamos a recordar en primer
término que Ovidio escribió sus obras en la época de Augusto y que estas son
unos años posteriores a las de los grandes poetas del círculo de Mecenas
(Virgilio, Horacio, Propercio), círculo del que no formó parte Ovidio.
Un
arte de amar
La propuesta del poeta es la
de un maestro (magister, praeceptor),
un especialista (artifex), un
experimentado (peritus), docto (doctus), ingenioso (ingeniosus), que enseña un arte como práctica, experiencia (usus). Ars significaba en primer lugar manera de ser o de actuar, natural
o adquirida, buena o mala, de ahí el sentido de habilidad profesional,
artística o técnica como algo adquirido o ejercido en la práctica, reglas o
principios de un arte en forma escrita, tratado. Pero ars también significaba -y
nos convendrá tenerlo en cuenta-
artificio, ingeniosidad, opuesto a natura.
Ars se opone a lo salvaje, lo
natural; con el arte se gobierna una nave, un carro, a un niño como el Amor.
Otro de los significados que recordaremos es el de estratagema, treta, engaño,
acción astuta.
La obra está estructurada en
tres libros: en los dos primeros, dirigidos a los hombres, aconseja sobre cómo
encontrar el objeto de amor, cómo seducir, cómo hacer durar el amor. El hombre
es siempre sujeto agente de esas acciones. El tercer libro, dirigido a las
mujeres, plantea cómo puede hacerse amar la mujer. La mujer es sujeto paciente,
sufre la acción cuyo agente es siempre el hombre: es como un niño caprichoso y
consentido, inferior al hombre.
El poeta, inspirado por
Venus, es el maestro del Amor, el niño hijo de Venus que juega lanzando sus
flechas. Las palabras que definen este amor son libido (deseo, placer, pasión, apetito sexual) y uoluptas (experiencia o sensación
agradable de la mente o de los sentidos, placer, deleite, fuente de placer,
goce ; placeres organizados, diversiones, entretenimientos ; unión sexual).
Otras palabras asociadas por el poeta a este amor son lasciuia (juego, deporte ; diversión, goce ; libertad sexual), lasciuus (juguetón, frívolo, ligero ;
sin reglas, libre de restricciones en materia sexual), furtum (robo, acción secreta, amor secreto, clandestino ;
estratagema), furtiuus (robado,
secreto, clandestino, furtivo). Por eso para el poeta amar es sinónimo de jugar,
divertirse: ludere, que
además significa bromear, burlarse. También su libro es un juego (lusus, ludus) y le pone fin precisamente
con la palabra lusus: Lusus habet finem
(Mi juego tiene fin).
El poeta escribe en el metro
propio de la poesía elegíaca: recuerden que era el metro, el dístico elegíaco, hexámetro más pentámetro,
lo que definía la elegía, no la temática; entre los poetas elegíacos romanos (Tibulo, Propercio, Ovidio)
predominó el tema del amor. La elegía era un género definido también como juego (lusus, ludus), así identificaban los romanos los géneros no serios
en oposición a los serios (épica, tragedia). En una de las elegías de su
primera obra, Amores, la primera del
libro tercero, el poeta personifica y enfrenta a la Elegía y la Tragedia: la
Elegía es una joven hermosa, de cabellos cuidadosamente peinados y perfumados,
vestida con una túnica transparente, que tiene un pie más largo que el otro,
sin que esto disminuya su belleza, y la expresión de una enamorada; la Tragedia
avanza violenta, a grandes pasos, el cabello cae sobre su frente torva, su
vestido es largo hasta el suelo, agita el cetro real con su mano izquierda y
calza los altos coturnos.
El poeta integra los tópicos
de la poesía amorosa: el amor es una especie de servicio militar (militia), una cacería (uenatio), fuego (ignis, flamma), se lo iguala con la doma de animales: el amante debe
ser perseverante, con el tiempo los caballos se acostumbran a soportar el duro
freno.
Observemos cómo, en esta
concepción del amor, está siempre la idea de placer, libertad sexual, la no
sujeción a ninguna restricción y también la de juego, broma, treta, engaño y
ocultamiento, clandestinidad. La moral oficial, en cambio, era muy estricta. En
el año 18 a.C. Augusto dictó una legislación relativa al matrimonio y a la
moral (leges Iuliae) que incluía nada
menos que la persecución judicial del adulterio y fuertes sanciones a los
solteros, sobre todo en el derecho de herencia, y premios y beneficios a las
familias numerosas. Ovidio confronta desde los primeros versos lasciuia y pudor con una estrategia (ars)
para burlar (ludere) cualquier
acusación del príncipe: “Manteneos lejos, cintas tenues (uittae tenues), insignia del pudor y larga franja de la estola que
cubres el medio de los pies. Nosotros cantaremos al amor (Venus)
resguardado y los amores furtivos permitidos y en mi poema no habrá motivo de
acusación” A.A., I, 31-34. Adviertan
cómo la vestimenta y el peinado funcionaban como signo, en este caso de la
mujer romana de la clase alta y casada (matrona).
La estola (stola), un vestido que
envolvía y ocultaba el cuerpo, materializaba el valor dado por la legislación
augustal a la institución familiar y las buenas costumbres. La vestimenta de
las mujeres del Arte de amar (puellae) era una túnica transparente.
También el peinado obraba a manera de signo: uittae eran cintas entrelazadas en el pelo. El adjetivo tenuis (delicado, tenue) se aplicaba
también a la poesía elegíaca: nueva oposición, ahora con el género literario.
Sobre el nuevo lenguaje augustal en el ámbito de las imágenes hay que tener en
cuenta el libro de Paul Zanker, Augusto y
el poder de las imágenes, Madrid, Alianza, 1992. Ovidio excluye
explícitamente como destinatarias a las matronas. Las mujeres a las que se
dirigía el Arte de amar eran mujeres
no casadas, plebeyas, libertas, prostitutas.
Origen
del amor
A partir del caos inicial,
una vez que este se ordenó en los diversos elementos y surgió la raza humana,
el placer amoroso (uoluptas)
nació naturalmente, suavizando la
condición salvaje de los primeros hombres y mujeres, que supieron qué hacer,
sin necesidad de arte ni maestro del amor. Lo mismo sucedió entre los animales.
En ese juego amoroso
postulado por el poeta la mujer es la que se deja dominar por la pasión (libido), una pasión más ardiente y
propensa a la locura que la del hombre, dice el poeta en alusión al mito de
Tiresias que, después de haber compartido la condición de hombre y la de mujer,
sostuvo que, si el goce del amor se
componía de diez partes, la mujer se quedaba con nueve y el hombre con una
sola.
Estrategia
amorosa
El maestro del amor enumera
los medios que deberá poner en práctica el amante para encontrar mujeres,
seducirlas y hacer durar el amor. Para cada uno de los consejos funciona como
modelo un mito. La mitología era un saber docto que en boca de los poetas
adquiría autoridad, servía de argumento, de exemplum.
Los mitos que se reiteran en el Arte de
amar son aquellos vinculados con los signos augustales: Troya, Apolo,
Marte, Venus, Eneas, Rómulo. El amante
deberá ser cambiante como Proteo y adaptarse a los diversos caracteres
femeninos, buscar mujeres en lugares públicos; casualmente esos lugares
adecuados para las conquistas amorosas están relacionados con Augusto, sus
dioses preferidos y su familia: el pórtico de Octavia, hermana de Augusto, el
pórtico de Livia, mujer de Augusto, el pórtico de Apolo, que integraba el
santuario de Apolo, en el Palatino, contiguo al palacio del princeps. Los signos augustales cambian
de función, esos lugares al servicio del homenaje al princeps y a su familia están ahora al servicio del amor furtivo.
El amante deberá hacer promesas, aunque sean falsas, como las de Júpiter a
Juno, ganarse la complicidad de la criada para entrar a la casa de la amada
como el caballo de Troya, ser docto y elocuente, cuidar todos los detalles en
su apariencia personal (vestimenta, peinado, calzado, uñas, aliento...), ser
amable, hacer caricias sin temor al pudor, vencer los obstáculos (si encuentra
una puerta cerrada, dejarse caer por la abertura en el techo del atrio o por
una ventana), provocar los celos. El amante deberá conocerse para hacerse valer:
en este caso Apolo, el dios augustal por excelencia -recuerden la Eneida-,
aplica el “Conócete a ti mismo” al maestro del amor; deberá disimular las
propias infidelidades: “Diviértanse”
-dice el poeta a los hombres-
“pero que no se sepa”, fingir no conocer las infidelidades de la amante
y no intentar sorprenderla, como Vulcano a Venus y Marte. Precisamente el
famoso episodio, desde Homero, del adulterio de Marte y Venus, los mismos
dioses que estaban en los fundamentos del origen divino de Roma, como lo reflejaban
la literatura y el arte de la época. No olvidemos que el poeta es inspirado por
Venus, madre del Amor, pero también madre del piadoso Eneas.
El amante deberá ser
discreto, desconfiar de amigos y parientes y no hacerles confidencias. La
escritura es importante en estas relaciones, tanto él como ella deberán usar
las palabras adecuadas en las cartas de amor y él, si es poeta, regalará poemas
de amor (elegías) en lugar de los costosos obsequios que hará el rico a estas
mujeres interesadas (tópico elegíaco de los regalos). El maestro del amor
considera que son escasas las mujeres doctas y que otras no lo son pero quieren
parecerlo. Sin embargo, uno de los consejos del libro tercero, dirigido a las
mujeres, es conocer la poesía elegíaca, leer con atención las cartas de amor y,
al contestarlas, disimular la letra y el destinatario escribiendo “ella” en
lugar de “él”, debe emplear, también para eludir la vigilancia, medios que
hagan invisible la escritura, como leche fresca que se podrá leer si se la salpica
con carbón pulverizado, o bien el cómplice puede llevar las palabras escritas
en el cuerpo. La mayoría de los consejos dedicados a las mujeres se refieren al
cuidado del cuerpo, al arreglo personal, desde el color de la ropa (el color
negro va bien a una tez muy blanca, el blanco a las morenas) y el peinado
(dejarse ver mientras la están peinando si tiene una hermosa cabellera, al
poeta le pasó que entró sin avisar y la amada, en el apuro, se puso mal la
peluca), el maquillaje, tintura para ocultar las canas, depilación; también hay
consejos sobre tener habilidades sociales como saber cantar, bailar y practicar
juegos de salón. El poeta se anima, aunque siente vergüenza, a hacer
sugestiones muy explícitas para tener en cuenta al hacer el amor.
La
sociedad
Hemos ido viendo cómo era
esa sociedad que refleja el poeta: elegante, mundana, en la que la libertad de
costumbres se ejercía como un derecho de hombres y mujeres. El amante no tiene
la exclusividad ni pretende tenerla, como se ha observado con respecto a la
infidelidad. Como afirma Paul Veyne: “Ovidio nos muestra no tanto el adulterio
o los grados de promiscuidad y de prostitución existentes, sino más bien una
estructura original de sociología sexual: la vida en forma de red. Cada una de
estas mujeres ha elegido cierto número de amigos, y cada uno de esos amigos
frecuenta a su vez a cierto número de otras mujeres. De manera que hay elección
de las parejas potenciales, pero esta elección es plural”.( La elegía erótica romana, México,
F.C.E.,1992).
El Arte de amar postula un modelo de sociedad que es la contracara del
modelo augustal, y lo hace estableciendo relaciones de cambio de función o de
sustitución de los signos augustales por otros. “Que los tiempos antiguos
agraden a otros; yo me congratulo de haber nacido precisamente ahora”, dice el
poeta. Frente a las costumbres de los antepasados (mos maiorum), “mis costumbres” (mores
mei). Siempre se trata de ejercer un cambio, una metamorfosis, tema central
en la obra de Ovidio: ”Nada conserva su
apariencia y la naturaleza renovadora (nouatrix)
de las cosas convierte unas formas en otras. Y nada muere en el mundo
entero -créeme- sino que varía y renueva su aspecto... Nada
en verdad dura mucho tiempo bajo la misma imagen” (Metamorfosis, XV, 252-255; 259). Como Dédalo, con quien se
identifica al comienzo del libro
segundo del Arte de amar (los
dos poseen el ars, tienen ingenium, pero además Dédalo tiene la
capacidad de cambiar o reemplazar una cosa por otra, de dar una nueva forma, de
modificar: nouare), el poeta nouat, cambia, modifica, reemplaza, hace
cambios en los signos políticos augustales. Esos signos augustales concebidos
para durar, para permanecer estables, inmutables -la Roma eterna de la Eneida-
entran al mundo del lusus, del juego.
Si Ovidio tuvo razón al
atribuir su destierro al Arte de amar,
deberemos convenir en que Augusto no se dejó engañar por la estratagema (ars) concebida por Ovidio para eludir
cualquier acusación del príncipe y reiterada a lo largo de su obra, como en el
libro II,599-600 : “Ah, lo declaro de nuevo, aquí no se juega con nada sino con
lo permitido por la ley; en nuestros juegos no hay ninguna franja de la
estola”.
27 de octubre de 2003