Crisis en las formas tradicionales de dominación

Amo, esclavo y Robinson Crusoe

Lic. Celeste Castiglione

Departamento de Ciencias Sociales, Colegio nacional de Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires

Resumen

En Hegel, en Marx la figura de Robinson Crusoe emerge como el prototipo del individuo capitalista. Este hombre se encuentra cruzado por la tragedia de la modernidad de enfrentar un nuevo mundo sin Dios. Lo cual lo lleva a preguntar ¿ a que nuevo Dios se deberá adorar? Como responde Weber, a uno muy distinto... La ética protestante reemplazará con su ascetismo y racionalidad todos los aspectos de la vida.

El presente trabajo busca yuxtaponer justamente los dos planos: un nuevo tipo de individuo, más osado, aventurero y ávido, pero también con nuevos temores;  y un nuevo orden económico en donde hay un nuevo espacio de significación.

A través de esta metáfora --casi imposible en el mundo moderno del “el hombre solo”--, Robinson Crusoe demuestra que la dialéctica del amo y el esclavo es una relación imposible de evadir en el marco de la racionalidad  que impera después de la caída del feudalismo.

 

“Las cosas se definen en general por los actos que realizan y pueden realizar, y tan pronto como cesa su aptitud anterior, no puede decirse ya que sean las mismas, lo único que hay es que están comprendidas bajo el mismo nombre. Lo que prueba claramente la necesidad de un Estado y su superioridad sobre el individuo es que si no se admitiera, resultaría que puede el individuo bastarse a sí mismo aislado así del todo como del resto de las partes, pero aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no tiene necesidades no puede ser nunca miembro de una sociedad organizada; es una bestia o un Dios” (Aristóteles, 1986, 22)

 


Hegel[1]

 

El punto de inicio, es una conciencia. El individuo, que se constituye a partir de ella, es pensante y racional, sabe de su existencia, y a su vez, ese saber de sí lo hace activo y práctico. La posibilidad de operar en el mundo, de actuar, se va a manifestar como una negación, es decir, va a transformar el objeto y por lo tanto, lo va a superar. Ni negación ni superación, se deben tomar como habitualmente las usamos. La negatividad es una contradicción, una situación de conflicto, una oportunidad, anula la Nada (Hegel, 1966, [1807]); y la superación es un triunfo con respecto al objeto, una transformación del mismo.

El hombre despierta a partir de un deseo. El deseo debe ser saciado, por lo tanto debe transformar, a través de una acción, la realidad para proveerse del algo ajeno a él mismo. Su objetivo es sacarle la independencia al objeto y tomarlo, hacerlo suyo. La acción nace del deseo: para poder seguir viviendo, el individuo debe nutrirse y esto se cumple al cazar, cosechar, procesar o industrializar animales y plantas. Todas son negaciones de su estado salvaje. Es el hombre, quién se erige como la acción negadora /transformadora de ese estado inicial.

El animal que come una hierba para vivir se eleva por encima de ella, la niega, la transforma. Pero ni la bestia ni la planta tienen conciencia de este poder, de la capacidad de dar muerte, que tienen la una sobre la otra.  Aquí, el deseo no se manifiesta como tal, ni interfiere con el de otros individuos, pero en la sociedad, la multiplicidad de deseos va a requerir una coordinación superior. El deseo humano difiere del deseo animal o mejor dicho, del instinto, porque si bien hay coincidencia en las necesidades viscerogénicas primigenias, va a ir en busca de otro. Al individuo no le alcanza con saciar sus deseos, sino que va a necesitar que otro lo reconozca como el que ha negado la existencia del objeto de deseo. En este momento el Amo es débil, porque necesita de otro para sentirse pleno.

El Amo pretende ser reconocido, pero sin reconocer el poder del otro para sentir la complitud.   La conciencia de sí, se manifiesta con carácter absoluto y universal –estos términos  entendidos literalmente. El encuentro con otros deseos de reconocimiento no da lugar a instancias políticas: es una lucha de vida o muerte.  Si la lucha fuera constante y todos los hombres quisieran y pudieran ser Amos, la vida sería imposible. Por lo tanto: algunos por miedo a morir deberán someterse, llevando esta relación asimétrica a una gran cantidad de sometidos y un número reducido de Amos que aumentarán su poder a medida que disminuyan en número.

En la lucha, que ya no adquiere un final trágico o heroico, el Amo sólo desea el posterior reconocimiento del Esclavo por su victoria, pero no admite que la existencia del Esclavo es la que posibilita su dominio.

El Esclavo, va  a trabajar para el Amo y es aquí donde  va a encontrar su redención: es en la transformación de los objetos de su realidad, de la negación de los mismos, donde se va a elevar por encima de su naturaleza y a liberar. Es el trabajo el que separa al individuo del reino animal, la negación del mismo lo reduce a esa condición. El Esclavo, se va a situar en un lugar parecido al que tenía el Amo en un primer momento por la capacidad de transformar su medio, de llevar a cabo la Idea.

La conciencia que posee el Esclavo de su ventajosa situación con respecto al Amo, tiene el germen de su eventual liberación. El Amo, viviendo sin trabajar, se va a encontrar disfrutando, sin  hacer  ningún esfuerzo para ello. Pero tampoco está del todo conforme en hacerse reconocer por un Esclavo... Es libre en lo real, mientras que el sometido lo es sólo en la idea.

 

         “Sin Amo no habría habido historia. Pero ello es así porque no habría habido Esclavo y por lo tanto trabajo. (Y de este modo queda legitimada la existencia del Amo en el pasado y su abolición en el futuro). (Raurich, 1969, 182)

 

El protestantismo y su influencia en Robinson Crusoe

 

El conflicto del hombre solo no es un tema desconocido para casi ninguna disciplina. La quintaesencia de este estadío contradictorio es la vida moderna: el individuo no conoce a su vecino, no se comunica a pesar de estar rodeado de cientos de personas en la ciudad. Un hombre puede encontrarse en la absoluta soledad, aún estando acompañado.  El pasaje de la sociedad tradicional a la sociedad industrial, moderna o programática, es el tema de los teóricos sociales y políticos desde el desmoronamiento de la Edad Media. Y el individuo en un nivel paralelo, va ganando autonomía y protagonismo, en el mundo de las ideas y en el de la realidad. Robinson es un individuo post-renacentista. Aún más: es un inglés en los albores del mercantilismo colonialista.

El individuo que encarará esta nueva época, será uno que pueda con su conocimiento o sistema de acciones probadas, racionales y disciplinadas incorporadas, hacer frente a las situaciones más adversas. Y estar sólo –como uno lo esta en las sociedades capitalistas en el mundo moderno—no es un obstáculo. El individualismo de Robinson no es libre, tiene incorporado el modo “correcto” de hacer las cosas. No es un individuo que tiene ante sí la posibilidad de hacer lo que quiera, no está libre: tiene dentro suyo al sistema y a Dios que lo observa.

Robinson puede ser una metáfora atemporal, y es justamente el eje de la comparación con Hegel. Pero Robinson Crusoe, nos va a agregar otro nivel de complejidad, y este es precisamente su historicidad. No sólo los deseos de conquista van a llevarlo a su aventura, simplemente, él va a tener que lidiar con Dios y esta nueva forma que había adoptado la fe, por esos momentos: el protestantismo. La Reforma va a ser constitutiva de su infortunio, pero a su vez, le va a salvar la vida.

El protestantismo va a ser la justificación ideológica al enriquecimiento, y a la necesidad de mano de obra que se estaba requiriendo en las ciudades. Era necesario explicar que el trabajo diario tenía beneficios personales –ganar la gracia de Dios—y a su vez, se estaba contribuyendo con un plan universal. El protestantismo va a ser el soporte de la burguesía, que como dice Marx, (Marx, 1985, [1848], 35) es una clase revolucionaria, que  va a mellar desde la base las relaciones feudales. Weber va a escribir al respecto “ La supresión del dominio eclesiástico sobre la vida no era el espíritu de la Reforma, antes bien el anhelo de cambiar la forma de aquel poder por otra distinta”. (Weber, 1994)

Robinson va a desafiar el mandato paterno de quedarse en su hogar y ser abogado. Buscar la fortuna –entendida en las dos acepciones, dice su padre—lo llevaría a los extremos y ambos están fuera de su alcance: la pobreza y la riqueza no conducen a la felicidad, sólo en la medianía es posible alcanzarla. La sobriedad, la moderación y el trabajo son la fuente de los mayores goces.  Pero Robinson escapa. Sin embargo, la culpa lo va a perseguir durante toda su aventura, y va a ver en sus problemas designios divinos, por desobedecer a su padre. La expiación de la culpa es lograda cuando el éxito es alcanzado y cuando la riqueza y el status justifiquen su accionar desordenado, en un primer momento.

Encontrará explicaciones mágicas a los designios que cruzan su vida como coincidencias casi cabalísticas de sus infortunios, que concuerdan con la fecha de su nacimiento –30 de septiembre de 1632—con la captura del  pirata turco de Salé y diversas tempestades. Hasta un viejo marino jura que no subirá nunca más a un barco con él. Y Robinson, por su parte, varias veces va a volver, a la casa de su padre, como “un hijo pródigo arrepentido” (Dafoe, 1981, [1719], 11)

El padre va a cumplir la misión de retener el espíritu salvaje en Robinson pero que, en realidad habita en todos los individuos. La época en la que se encuentra Robinson, de 1630 en adelante, es también la de Hobbes, que escribe el Leviatán en 1651(Sabine, 1945, [1937], 337): el Estado Absolutista será quien mejor retenga los impulsos de los individuos, a través de un pacto irreductible e inalienable, a cambio de seguridad. Los hombres tienen la capacidad de darse muerte mutuamente, y por miedo a ser asesinados, se someten.

En el marco de esta necesidad de conformar Estados Nacionales fuertes los barcos, aunque responden a ellos, parecen ser la metáfora del escape, de esta fuerza generalizada. El barco va a simbolizar la libertad de quien se suba a él, pero a su vez, la desprotección, ya fuese humana o divina.  Robinson va a luchar contra esta “funesta inclinación” de viajar, sin poder lograr su sosiego de otra forma, aún cuando encuentra bienestar, como el que logra en Brasil, en su plantación de tabaco.

Robinson va a encontrar una razón, un designio divino a su situación y va a trabajar mucho para transformar su realidad. La revelación no alcanza para convencer al individuo: existen pruebas: los inconvenientes, los infortunios, y medios de solucionarlos: operando sobre ellos, trabajando. Él reconoce que, entonces, su estancia en la isla, es una misión: “algo” lo envía a él allí, por esa misma fuerza sólo él se salva del naufragio y Dios sólo hunde su barco cuando ya consiguió de él todo lo necesario para sobrevivir.

El peligro, que encarnan los caníbales es una lucha interna entre la vieja sociedad –matarlos—contra la nueva –respetarlos, en la medida que no le representen un peligro--. Él se encuentra frente a un conflicto: si simplemente elimina a los salvajes con su arma, y alguno escapa o al poco tiempo los que quedaron en la tribu acuden a ver que sucedió, -–puesto que los caníbales sólo iban a su isla a comer a los prisioneros-- en ese caso él no posee los medios para matar a todos. Pelea internamente y por más que lo considere un crimen, encarga o delega en Dios, que haga justicia en su momento. Para él, es un crimen “nacional”, y no le corresponde participar.[2] O simplemente, también una connotación racista: salvar la vida de un salvaje no justifica poner en peligro la suya. El significado que –desde el punto de vista histórico—tenía la vida por esos momentos se relacionaba con procesos que los salvajes no habían padecido. Para ellos, la vida no poseía el valor que tenía en el mundo occidental. El salvaje no era un igual. Este razonamiento, simplificado, justifica la xenofobia de Robinson. Las creencias o dioses que adorasen también justificaban su inferioridad.  El Dios cristiano es una entidad que se compone de sentimientos y justificativos racionales. Existen pruebas de la existencia de Dios en las adversidades –según el discurso de la Iglesia--, así como también en hechos fortuitos. Y ambos, como sabemos, son incontrolables para el ser humano, están fuera de su capacidad, son un sistema.

La protesta religiosa, que comenzó con Lutero y continúa con Calvino, incluía una idea de predestinación que escapaba a la voluntad humana. En Lutero, la predestinación, suponía que el hombre debía conformarse con lo dispuesto por la voluntad divina. Para el puritanismo, en cambio, cada hombre debía cumplir en la forma más eficiente posible su función en la tierra, pues para eso Dios había creado comerciantes, campesinos y terratenientes. De este modo justificaba la nueva estructura de clases y el surgimiento y el ascenso de la burguesía: para agradar a Dios, los comerciantes debían ser prósperos. (Archenti-Aznar, 1987, [1987]) Ergo: más dinero se tenía, más se agradaba a Dios. Posteriormente Bentham, en el marco del utilitarismo, XIX, le va a dar una vuelta de tuerca y va a decir que a “cada porción de riqueza corresponde una porción de felicidad”, pero esto lo dejaremos acá. (MacPherson, 1986, [1977], 38)

Volviendo a la estructura atemporal, Robinson también puede interpretarse como el triunfo de la civilización frente a la naturaleza, de Dios ante el pecado. De alguna manera ya estamos en el tema de Hegel puesto que Robinson va a negar, permanentemente la realidad de la Isla, le va a sacar su carácter salvaje y la va a hacer suya –excepto en la zona del banquete caníbal—y esta imposibilidad de la totalidad le va a impedir ser feliz, hasta que decide sacarse el miedo.[3]

También es importante destacar la relación dialéctica que se va a establecer en la paulatina “bestialización” de Robinson –en su vestimenta, su alimentación, hábitos—y la urbanización, transformación y domesticación del medio salvaje.[4]

La negación de la isla, va a ser paulatina, pero constante e irreductible. Desde el naufragio, Robinson va a tratar de hacer a su semejanza la estructura de la isla.  Y para eso cuenta con una ventaja: armas[5]. Estas lo van a hacer Amo sin discusión desde un primer momento, a pesar de que la incertidumbre persista. Va a construir una cabaña, que luego se transformará en una fortificación –que él va a llamar castillo--, y una “casa de campo”. Va a cazar, pescar y luego un “milagro” –sacudir un saco al lado de un árbol, lo va a proveer de cebada y arroz. Los granos de esta pequeña cosecha los va a guardar, y al poco tiempo –al conocer los ciclos climáticos de la isla—va a poder planificar y calcular – lo que en ese momento no es un dato menor[6]-- las épocas de sembrado y de cultivo. También por accidente, va a descubrir la mejor forma de cocer vasijas de barro, que le van a servir de recipientes para hacer pan. Con su rebaño domesticado, se va a proveer de leche y queso y además  va a ahorrar pólvora, un recurso irrecuperable y fundamental, en su situación.

La tranquilidad de tener cierto bienestar va a llevar a su espíritu inconformista a querer ver partes de la isla, aún desconocidas para él. Y nuevamente, Dios le va a probar que salir de su medianía sólo le provocará incertidumbre y temor. Una marea adversa casi hunde su canoa.[7]

En este momento Robinson reúne gran cantidad elementos protestantes: la resignación del lugar que ocupa en el mundo, su ocupación, el regocijo en Dios a través del trabajo y perfeccionarse en él, como forma de manifestar la resignación.

La idea de profesión conservó en Lutero un sello tradicionalista. Profesión –dice Weber, (Weber, 1994, 53) es algo a lo que el individuo debe someterse porque es una donación que la Providencia le ha otorgado, algo ante lo cual debe “allanarse” y tal idea establece la razón del trabajo profesional como misión, como la misión impuesta por Dios al hombre. Él mismo debe tener resignación ante el lugar asignado.

Hasta qué punto una profesión es útil[8] o grata a Dios, se determina, en primer lugar, según criterios éticos y, en segundo lugar, con arreglo a la importancia que tienen para la “colectividad” los bienes que en ella han de producirse; a lo que se añade como tercer criterio --el más importante, desde luego desde el punto de vista práctico— el “provecho” económico que produce el individuo.

A lo largo del relato, Robinson, va a tener ciertas dudas sobre Dios, va a estar enojado, incluso, pero siempre vuelve a reafirmarse en su fe, incluso con mayor intensidad. Pero la duda, es un elemento que él se permite padecer y que pauta su modernidad.

 

El otro

 

Como hemos dicho varias veces, a pesar de su resignación,  en una de sus exploraciones en la isla, va a descubrir una huella humana. El miedo lo va a paralizar y se va a recluir, menguando comodidades en función de su protección.

La necesidad de otro, que lo reconozca como Señor es manifestada claramente a lo largo del relato.[9] Era naturalmente obvio, que aquí Viernes juega el rol del esclavo, pero no es el único: también lo son Xuri –el que lo ayuda a escapar del pirata turco de Salé, cuan él también era esclavo—y también los náufragos y quien se acerque a él desde su conformación de Amo, cuando los conocidos y familiares conocen su aventura. El papel de Robinson es el de Amo. Más allá de las circunstancias que lo rodean, es un elegido permanente.

Sin embargo, Viernes, desde luego, es quien más claramente va a desempeñar el rol de esclavo: los caníbales han tomado prisioneros a los vencidos en una batalla y los llevan para comer. Robinson logra salvar a uno, tal como él mismo soñó, lo va a cuidar, alimentar –con carne animal, no humana-- y a educar: Viernes va a hablar inglés, trabajar y rezar. Lo va a iniciar con cuidado y dedicación, en el protestantismo, convirtiéndolo en casi fanático religioso, y considerando sus creencias primigenias como “fraudes”. Hasta que un día, Robinson, descubre con pesar,  que Viernes ansía su hogar y entonces considera una eventual traición y de ahí en más, lo trata con la distancia que corresponde entre un Amo y un Esclavo, y su reconocimiento le parece poco. 

En este momento, se manifiesta claramente que Robinson tiene conciencia de sí y de su capacidad de operar sobre la realidad. El círculo se cierra totalmente: Robinson también fue esclavo de los piratas; aprendió a ser Amo, a negar su realidad y ahora será el Otro, su esclavo, que a su vez lo reconoce como tal.  Las armas y la eventual salvación de Viernes, lo van a convertir a este, en un siervo sumiso y agradecido[10], y a pesar de aprender el trabajo o cargar la escopeta, la idea de rebelión jamás acude a él. El etnocentrismo, que esconde un racismo atroz, nunca es discutido por ninguna de las partes.[11]

Toda la historia siguiente, --rescate del padre de Viernes, intento de salvación de los blancos en una tribu, la recaptura del barco inglés[12]—van a ser afirmaciones de su señorío[13], que no es jamás discutido ni por él mismo, ni por nadie, incluso al volver a Inglaterra, 28 años después del naufragio --1687, y con sólo 3 de compañía humana.

El reconocimiento en Inglaterra es total, por parte de todos sus conocidos y familiares, y la plantación de tabaco, lo transforman en un hombre rico. Y además, casi automáticamente, dueño de la isla también. Donde dejó provisiones y distribuyó tierras.[14]

A lo largo de todo el relato, Robinson no menciona el amor, ni el sexo. No aparece forzado ni necesario, pero resulta llamativa su total ausencia.

La descripción de Viernes podría resultar sugestiva, si Robinson no estuviera en el marco del paradigma naturalista y su información es a los efectos del conocimiento, y de reforzar el etnocentrismo inglés, que luego derivaría –en un aspecto más concentrado—en el evolucionismo de Spencer.[15]

La descripción de la Isla y de su transformación permanente a través de la acción, es extremadamente detallada y realista, lo cual hace difícil comprender, que la esfera religiosa esté tan presente para él y dentro de su mundo tangible, práctico y calculado en pos de la supervivencia. Esta contradicción no le ofrece conflicto –y de hecho hoy en día un colegio con formación científica, está separado de una Iglesia, sólo por una pared sin que esto tampoco nos parezca extraño. Esta dualidad no habla de la modernidad que simboliza la figura de Robinson, que doscientos años antes, no se lo hubiera permitido. Robinson lo toma como algo natural y compatible: algunas cosas se explican por la ciencia y otras por Dios. Y tal vez esté bien que existan lugares, paro lo uno o para la otro, y para los que puedan compartir la dualidad, ya sean o se sientan amos o esclavos.

Por último quisiera cerrar esta comparación, sin ningún tipo de segunda intención, con la lista de los Males y Bienes que hace Robinson, y que creo ejemplifica mucho de lo que hemos visto.


 

Males

Bienes

Soy arrojado a una horrible isla desierta, privado de toda esperanza de salvación.

Pero estoy vivo, y no me he ahogado como todos mis compañeros del barco.

Estoy separado y aislado de todo el mundo, y tengo que llevar una vida miserable.

Pero fui separado también de la tripulación del barco para salvarme de la muerte; y El que milagrosamente me ha salvado de la muerte, puede librarme de esta situación.

Estoy alejado de los hombres, soy un solitario, un desterrado de la sociedad humana.

Pero no me muero de hambre ni perezco en un lugar estéril sin medios para mi sustento.

No tengo ropas para cubrirme.

Pero estoy en un clima cálido, sonde si tuviera ropas difícilmente podría llevarlas.

Estoy totalmente indefenso, sin medios de resistir ninguna violencia de hombre o fiera.[16]

Pero he sido arrojado a una isla desierta donde no veo fieras que puedan atacarme como vi en la costa de África; y ¿qué habría ocurrido de naufragar allí?

No tengo ni un alma con quien hablar, o que me consuele.

Pero Dios hizo el prodigio de enviar un barco lo bastante cerca de la playa para que yo pudiera sacar de él muchas cosas necesarias, que, o bien cubrirán mis necesidades o bien me permitirán subsistir todo el tiempo que me reste de vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Bibliografía

 

-Aristóteles. La Política. Ed. Varias

-Defoe, Daniel. Robinson Crusoe. Ed. Planeta, Barcelona, 1981.

-Hegel, J. Fenomenología del espíritu. Ed. Alambra, Madrid, 1985. Pag. 157

-Raurich, Héctor. Hegel y la lógica de la pasión. Ed. Maarymar. Buenos Aires, 1976.

-Sabine, George. Historia de la Teoría Política. Ed. FCE, México,1945.

-Marx, Karl. Manifiesto del Partido Comunista. Ed. Varias.

-Archenti- Aznar. Historia del Pensamiento Político. Ed. Eudeba, Bs. As. 1987.

-McPherson. La democracia liberal y su época. Ed. Alianza. Bs. As. 1986.



1 La dialéctica del Amo y el Esclavo, en Fenomenología  del Espíritu, de Hegel (Hegel, 1966, [1807]) es el soporte de esta comparación que queremos hacer con Robinson Crusoe (Defoe, 1981, [1719]). Tenemos como guía, el texto de Raurich, (Raurich, 1969) que se refiere a “Fenomenología de la conciencia de sí”.                         

 

2 “Después de que estos pensamientos me habían ocupado por algún tiempo, pasaba a reflexionar seriamente sobre el peligro real que había corrido durante muchos años, en esta misma isla; y cómo me había paseado por ella con la mayor seguridad y con toda la tranquilidad posible; incluso cuando quizá sólo la cresta de una colina, un árbol corpulento o la casual caída de la noche, se habían interpuesto entre mí y la peor de las suertes, esto es, el caer en manos de los caníbales y salvajes, que se hubieran apoderado de mí con las mismas intenciones con las que yo cogía una cabra o una tortuga, y que hubiesen considerado el matarme y devorarme como un crimen no mayor que el que yo creía cometer al comerme un pichón o un chorlito. Me calumniaría a mí mismo si no dijera que estaba sinceramente agradecido a mi gran Protector, de cuya singular protección reconocía, con gran humildad, que todas aquellas ignoradas ayudas le eran debidas; y sin las cuales inevitablemente hubiera caído en sus inexorables manos.” Pág. 205

 

3 “Estos pensamientos me ocuparon muchas horas, bueno, casi podría decir semanas y meses; y una de las consecuencias concretas de mis reflexiones en esta ocasión, no sabría omitirla; y esta fue que un día, a primera hora de la mañana, estando yo tendido en mi cama con la mente ocupada en la idea del peligro que corría en caso de que aparecieran los salvajes, cuándo me sentía más deprimido, acudieron a mi memoria aquellas palabras de la Escritura: Invócame en la hora de la aflicción, y te salvaré, y tú me glorificarás.

                Ante lo cual me levanté alegremente de la cama, sintiendo no sólo consolado mi corazón, sino también guiado e impulsado a rezar fervorosamente a Dios por mi salvación.” (Dafoe, 1981, [1719], 165)

4Incluso, de creación de nuevas especies animales, porque los gatos que él salva del naufragio, se cruzan con un animal de la Isla,  desconocido para él. Es una metáfora de la Tesis (animal domesticado), Antítesis (animal salvaje) y la síntesis (nueva especie).

5 Hannah Arendt expresa en un escrito llamado “Sobre la Violencia”, que las armas son herramientas y que necesariamente son el acompañamiento del poder, pero que no lo generan.

6 Sabine manifiesta que Hobbes trata de pasar el sistema de las ciencias naturales a las ciencias psicológica y política. Op. Cit. Pag.340. La ciencia fue una herramienta para conocer y dominar a la naturaleza, y en conjunto, todo a favor de la economía.

7 “En esta disposición de ánimo permanecí cerca de un año, llevando una vida retirada y muy tranquila, como bien puede suponerse; y como mis pensamientos se habían ya acomodado muchísimo a mi situación, y encontraba pleno consuelo en inclinarme ante los designios de la Providencia, la verdad es que creía vivir muy feliz en todos los órdenes, excepto en el de falta de compañía.

Durante este tiempo me perfeccioné en todos los trabajos manuales a los que mis necesidades me hacían dedicar, y creo que, de llegar la ocasión, podría ser un excelente carpintero, sobre todo considerando las pocas herramientas que tenía”.pág. 151

8 Estos conceptos nutrirán en el futuro al Utilitarismo, del cual Bentham es uno de sus máximos referentes, a partir del cual la idea del bien esta dada por la utilidad. (Bobbio)

9 Ante la posibilidad de que haya algún náufrago del un barco que se destruyó en una tormenta, Robinson dice: “Hay en los afectos ciertos resortes ocultos y movibles que cuando se ponen en funcionamiento ante la vista de algún objeto, o, simplemente por algún objeto que no sea siquiera visible, pero que se haga presente al espíritu por la fuerza de la imaginación, este movimiento arrastra al alma en su impetuosidad con un ansia tan violenta de poseer el objeto, que su ausencia se hace insoportable.

                Tales eran estos vehementes deseos de que alguien se hubiera salvado. “¡Oh, aunque fuera uno solo” Creo que repetí las palabras, “¡Oh, aunque fuera uno solo”, un millar de veces; y los deseos se hacían tan acuciantes, que mientras pronunciaba estas palabras mis manos se entrelazaban con fuerza. [...]

                Que los naturalistas expliquen estas cosas, y sus motivos y la especia a la que pertenecen; todo lo que yo puedo decirles es describir el hecho, que me sorprendió incluso a mí, cuando me encontré con ello; aunque no sabía a que se debía; fue sin duda el efecto de los ardientes deseos y de los intensos pensamientos que tomaron forma en mi espíritu, al comprender el consuelo que la conversación con un semejante cristiano sería para mí” Pag. 196-197 Aquí se puede ver clarísima la analogía con Hegel y el reconocimiento del paradigma naturalista, al cual nos referimos al concluir el escrito.

10Yo morir—dijo—cuándo tú ordenar morir, amo” Pag. 241

11  Incluso a lo largo de sus vidas, porque Viernes se va con él a Europa y siguen juntos.

12--“¡Mi querido amigo y salvador! –dice él [Capitán del barco tomado]—porque es todo vuestro, como lo somos nosotros y todo lo que contiene” Pag. 285

13 “Mi isla estaba ya poblada, pues, y yo me consideraba muy rico en súbditos; y con frecuencia me hacía en broma la reflexión de que parecía igual que un rey. En primer lugar, todo el país era de mi exclusiva propiedad; así es que tenía un indiscutible derecho de dominio. En segundo lugar, mi pueblo se hallaba totalmente sometido: yo era señor y legislador absoluto; todos me debían la vida, y hubieran estado dispuestos a darla por mí si hubiese llegado la ocasión. Era también notable que no teníamos más que tres súbditos, y pertenecientes a tres religiones distintas. Mi criado Viernes era protestante, su padre era pagano y caníbal, y el español era papista; pero yo permitía la libertad de conciencia en toda la extensión de mis dominios. Pero esto sea dicho de paso”. Pag. 252. Aquí Robinson se constituye como un Estado, cumpliendo con sus dos requisitos básicos: territorio y población, pero a su vez, también es un Estado moderno, que permite la libertad religiosa del individuo. Si lo consideramos históricamente, doscientos años antes, esto no hubiera podido ocurrir.  

14 “Mi nueva colonia en la isla”

15Era un muchacho apuesto y bien parecido, muy bien formado; con miembros largos y fuertes, no demasiado gruesos; alto y de buena figura y, según mis cálculos, de unos veintiséis años de edad. Tenía muy buen semblante, no un aspecto de ferocidad y rudeza; pero parecía haber algo muy viril en su rostro, aunque tenía también toda la dulzura y delicadeza de un europeo en su semblante, sobre todo cuando sonreía; su pelo era largo y negro, no rizado como la lana; su frente muy alta y ancha, y gran vivacidad y un agudo centelleo en sus ojos. El color de la piel no era completamente negro, sino muy tostado pero no de un tostado feo, amarillento y repugnante, como el de los brasileños y virginianos y otros indígenas de América; sino una especie de color pardo oliváceo, que tenía algo muy agradable, aunque no fuera fácil de descubrir. Su cara era redonda y rolliza, su nariz pequeña, no chata como la de los negros y una boca magnífica, labios finos, y los dientes hermosos y regulares, y blancos como el marfil” Pag.214

16 Esto sabemos que no es así.